Wednesday, April 16, 2008

Afinidades transculturales

Es consolador encontrar almas afines que sientan la vida de manera semejante a nuestro propio sentimiento. Y más, si esta sensibilidad está reflejada -y se refleja- en unos seres singulares que desempeñan el papel de modelos a imitar, o, cuanto menos, a admirar.
No sólo uno puede encontrar estos semejantes en la propia cultura, a veces, en culturas lejanas, y hasta cierto punto ajenas a nuestra sensibilidad regional, se puede hallar más comprensión -y compasión, en el sentido filosófico del término- que en la vecindad de los mismos usos y costumbres.

Mi afinidad, mi gusto, mi admiración, por muchos de los aspectos de las culturas orientales, sobre todo chino-japonesas e hindúes, es patente:
De la hindú, su sistema filosófico, su preeminencia espiritual sobre lo físico, su dominio del cuerpo para integrarlo en el espíritu, su afán de espiritualización -léase perfección sublimada de sus potencias- en todo cuanto hacen.
De la china, su tendencia a la alegoría, su fantasía, su poesía, su desprecio por la singularidad que no se proyecta en un fin más alto, más trascendente, su cultura milenaria en la expresión del arte y del conflicto.
De la japonesa, su capacidad para el su sincretismo, el Zen, su rigor para elevar cualquier acción cotidiana a categoría de arte (ceremonia del té, ikebana, etc.), su pintura del mundo flotante -el ukiyo-e-, sus artes marciales, su serenidad, su paisaje, sus epopeyas, el haikai.



De la cultura china, hoy, dos poemas:

Mientras mi barca se mece
..........en su nebuloso amarre
y la luz del día declina,
..........me surgen viejos recuerdos.
¡Qué vasto es el mundo
.........qué próximos al cielo
..............están los árboles,
y qué diáfana en las aguas
..........la cercanía de la luna!
. Men Haoyan (689-740)

Si al cielo no le gustara el vino,
no estaría en el firmamento la estrella del vino.
Si a la tierra no le gustara el vino,
no habría en la tierra viñedos.
Si al cielo y a la tierra le gusta el vino,
amarlo no debe avergonzarnos.
Y si la inocencia iguala a la sabiduría,
y si el sabio y el aldeano son iguales
¿Para qué buscar la inmortalidad?
Después de tres copas descubrimos la verdad y
después de un litro, volvemos a la amable
..................................naturaleza.
Pero la perfección sólo la encontramos ebrios,
y desaparece al despertar.
Li Po (705-762)

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