Monday, September 15, 2008

Mi casa


Bañado en luz me despierto,
los sueños quedan como islas
flotando en el desierto
del sueño.

Chorros de luz me arrancan
de brazos de morfeo;
yo, apenas me resisto,
abro los ojos y veo
mi cielo.

Ahí está el azul intenso,
y el verde de los pinos
y el mar verde-azulado
y enhiestos edificios
y trinos.

Y un desusado silencio
que es paréntesis balsámico
en medio del fragor;
oasis inesperado,
y remanso.

Ahora todo está a mis pies,
hasta el cielo es mi tapiz
donde tiendo mi alma en paz;
sólo me falta el jazmín
para ser feliz.

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Luz Amante


Allá se me va otro día,
muriéndose poco a poco,
cubriéndose con velo gris
los colores y las formas.
Apenas nació, luminoso,
entre rosas y arreboles,
cuando ya va yaciendo,
mortecino, plomizo,
como un suspiro moribundo,
entre luces que se encienden
cual velas al paso de un difunto.

Desde esta privilegiada atalaya
que la suerte, conchabada
con mi irrefutable destino,
me ha otorgado, dadivosa,
siento los días que pasan
con una sensualidad pueril.

La luz me abraza voluptuosa
cuando irrumpe en la mañana
como una amante ávida
y celosa de mi sueño;
me envuelve con su melena
dorada y su olor a promesa,
mientras me ofrece su sexo
de luz como una perra en celo...

Y de la cópula nacen mis días,
plagados de llantos y risas,
quizás, de promesas cumplidas
y de anhelos insatisfechos,
pero todos con el sello
esplendoroso de la luz
grabado sobre su vientre
de tiempo efímero y gozoso.

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