Wednesday, April 22, 2009

Aquel hombre...



Aquel hombre, a medida que se iba despojando de los prejuicios, los convencionalismos y las ligaduras materiales, acrecentaba su caudal de dignidad y autoestima.

Era una labor ardua, compleja y difícil, a veces; frustrante e incierta, otras; pero que siempre abocaba en esa misma sensación de liberación, de levedad, que da el desapego.

Se vaciaba de consistencia mundana para tornarse fluidez, espíritu flotante.

Lo único que en él adquiría cada vez mayor densidad era su conciencia de lo inefable.

Estaba soltando lastre... y su creciente flotabilidad le producía sentimientos contradictorios: una mezcla de vértigo y arrobamiento difícil de definir.

Lo pequeño, el detalle, lo insignificante, aparecía imbuído de majestuosidad, se tornaba inconmensurable, como agujeros negros pletóricos de sentido, densos cúmulos de abigarrados significados atrayendo su racional levedad y proyectándola, en su interior, a un torbellino de significación inefable.

Aquel hombre, poco a poco y sin apenas darse cuenta, se estaba trascendiendo.
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