de la existencia de la vida,
de la existencia del universo,
no había nada, absolutamente nada.
Y la nada en su nadidad soñaba
que el sueño era en realidad
la realidad de esa nada.
Pero ese sueño eterno derivó
en pesadilla
de la que despertó,
la nada,
con un horrible grito
que sería el origen de la vida
y la existencia,
que daría lugar al tiempo
y al espacio al propagarse;
y así, el sonido fue fuente de todas las cosas:
de la estructura y de la forma,
del cambio y del conflicto...
La nada dejó de ser Nada
para ir siendo, poco a poco, todo.
Un todo en constante expansión,
un todo cada vez más lleno de partes,
imparable en su ansia de todidad,
satisfecho con su vorágine
de prolíficas partes pariendo partículas,
en un movimiento perpetuo
de variación infinita...
Pero en el seno de todas estas manifestaciones,
de toda esta algarabía y fragor,
aún se podía oir -aunque muy débilmente-
el eco silencioso y eterno
de la nada primigenia...
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