Me fermenta, lenta, en la memoria
la savia de la dicha pasada
hasta convertirse en espíritu
de dicha, en dicha destilada:
de tus pies en el aula,
aquella sonrisa mullida
de suave pluma callada,
tu perfil cortando a la noche
su llena carita de plata,
o aquel mirar intenso...
(¿Hacia dónde?)
Tanto resplandor ¿Qué buscaba?
¿Qué oscuridad querías alumbrar
con tu fascinante mirada?
Desde entonces,
Cuánta sombra se ha hecho luz
y cuánta luz noche cerrada.
Como fuegos fatuos los duendes
sobre virtuales túmulos bailan:
esos oteros de la memoria
donde yacen enterradas,
fermentando lentamente,
las dichas ya pasadas.
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