Esos días en los que nada parece suceder. Días no ya grises si no descoloridos, desvaídos, sin luz, aunque en el intenso cielo azul el sol se empeñe en irradiar alegría. En esos días que uno siente la vida aletargada, como huída, refugiada en el pasado o viajando hacia el presunto futuro... en esos días, digo, los propios latidos resuenan en el pecho con estrépito sordo, con fragor de batalla perdida hace mucho tiempo, sumiéndome en la perplejidad bobalicona del que despierta de una borrachera. Días de sueño ausente, de impotencia, de desgana... en estos días lo mejor es dejarse vivir en la inercia, dejarse morir en paréntesis de vida.
Según parece, la vida también necesita dormir de vez en cuando.
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