.
Mientras las afiladas garras del tiempo
se hundían en su costado,
inmovilizándole,
dos colmillos, en forma de agujas horarias,
desgarraban su cuello del que brotaba a borbotones
una vida de color rojo encendido
mezclada con burbujas de Krug Rosé.
En su cara no sólo no había el menor signo de dolor
si no que una pícara sonrisa
daba a entender realmente quién era la víctima
y quién el verdugo:
las rojas gotas de vida que caían desde el cuello
sobre el presente borraban los límites entre éste,
el pasado y el futuro,
fundiendo la división del tiempo
en un magma rojo impreciso,
sin confines, sin medida ni cálculo.
Así, a medida que como una mancha de aceite
se extendía cada vez más ese líquido vital carmesí
que manaba de la herida,
las afiladas garras iban tornándose
en suaves dedos que acariciaban delicadamente,
y los agudos colmillos cedían su lugar
a sedosos labios que besaban con ternura...
.
...El inexorable y cruel tiempo
se desvanecía,
trocándose
en una amante
y voluptuosa
eternidad.
b
No comments:
Post a Comment