Monday, December 10, 2007

Momentos 2


Paradoja del Momento:
La música se compone de momentos, de instantes engarzados en armoniosa y matemática consecución y, sin embargo, en la esencia de la música se oye el latido de la eternidad. Es, la música, un código cifrado; un lenguaje que hace posible la percepción de lo eterno, la dilución de los momentos de que está compuesta en el gran momento vacío donde todo cabe: ese sentimiento que expulsa la sensación de duración del corazón del hombre para dejarlo suspendido en medio de la nada que fascina y embarga los sentidos.
El momento de la música, la esencia de su naturaleza, es la eternidad que se manifiesta fragmentariamente en armónica cadencia de momentos sonoros.
La embriaguez que procura la música está emparentada con el vértigo que produce lo eterno. El ser ebrio de cadencias, ritmos y armonías musicales, es un ser que atisba lo eterno, que oye voces que le hablan de la desaparición del tiempo -de la inexistencia de la duración-, pero que, esclavo de su limitación, cree que es vícitma de una singular locura, de un patológico delirio.

Paradoja del Momento: tropezón que da el tiempo para caer de bruces en la eternidad. Esto significa el éxtasis musical. También el canto de aquel ruiseñor que sumió al místico en un ensimismamiento que duró doscientos años.
Puertas dimensionales que se abren mediante el sortilegio de la embriaguez y que nos absorben como agujeros negros para arrojarnos a lo eterno, a lo-fuera-del-tiempo, donde, perdida la conciencia de durabilidad, sólo somos sensación contemplativa, ilimitada, de nuestra propia naturaleza diluyéndose en todo lo que es-no-es, manifestación singular de lo plural perdiendo la singularidad en la infinitud de la pluralidad.

Paradoja del Momento: el momento anterior al momento en que el tiempo fue creado. El instante anterior al Big-Bang, un instante eterno, lleno de eternidad incomunicable: el gran momento en que lo eterno decidió crear lo caduco, o la añagaza del tiempo como una tela de araña de la que es casi imposible escapar... Sólo hay que creer en lo diviso, en la parte, en el individuo, para caer presa del tiempo. Quien no tiene conciencia de su propio Yo, quien ignora que es un ser separado de todo lo demás, ese, actúa conforme a su verdadera naturaleza y el tiempo no puede herirle, porque el tiempo sólo hiere a quien tiene conciencia de finitud.

Hay que ser sincero en todo esto. No valen juegos de palabras. Hay que... sentirlo.
b

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