Sin esperarlo,
la gardenia a vuelto a florecer;
una flor ha irrumpido, blanquísima,
por sorpresa,
en el jardín vacío,
y su intenso aroma me habla,
con voz delicada, bellísima,
de aquella musa que se fue al norte...
dejando tras de sí
un rastro de ausencia con aroma a jazmín;
me cuenta, la gardenia,
que Ella es feliz
viviendo su sueño boreal,
aquél que imaginaba
cuando su mirada se perdía
en un horizonte invisible
-cuántas veces quise, yo, ser ese horizonte-.
Espero, mientras el perfume
me embriaga,
que alguna vez se acuerde de mí:
que hubo un tiempo en que
era alba su presencia
y ocaso su partida.
Impostor enamorado:
la vida es un aroma de gardenia
que despierta la memoria
a un mañana imposible
y fragante.
b
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